El aceite de palma

Hace ya algunos años me enervé al saber que España era uno de los mayores importadores de aceite de palma y palmiste de la UE. Y me decidí a realizar un manifiesto que los compañeros de SlowFood España aceptaron como manifiesto de SlowFood España contra la utilización del aceite de  palma. Volvió a suceder, en mi vida, el mismo enfado que tuve cuando en los finales de los años 60 se cuestionó el aceite de oliva para defender los aceites de colza, soja y también el de girasol. Las investigaciones posteriores de Grande Coviam sobre la naturaleza saludable del aceite de oliva, y el desastre de las muertes del aceite de la colza (derivadas de un inadecuado control sobre el doble uso de este aceite) a finales de la década de los 70, dejaron claro que mi capacidad de rechazo contra las grandes fuerzas económicas de la gran industria norteamericana y europea estaban fundamentadas. Me dije que el predictor advierte de lo que puede pasar, pero que de nada valen las llamadas profecías si dejamos que estas sucedan.

Ahora ya han corrido casi siete años desde que publicamos el manifiesto y el aceite de palma vuelve a salir a la palestra. Y por medio se han «olvidado» las recomendaciones de nuestro gran bioquímico Grande Coviam y las recomendaciones de la propia OMS sobre el peligro para la salud de esta grasa de origen vegetal. Una grasa cuya utilización está fundamentada en el LowCost (Bajo Coste) que supone el haber deforestado grandes selvas amazónicas, africanas y de Guinea para la obtención de un aceite de doble uso industrial y alimentario. En un artículo aparecido en el diario El Mundo se pueden leer algunos comentarios acerca del «gran poder» que este aceite, controlado por compañías petroleras, cuenta entre la gran industria agroalimentaria. Su afán por despreciar la calidad alimentaria, la salud, la naturaleza y el medio ambiente, se realiza en aras del beneficio que supone competir con los productores que utilizan grasas vegetales mucho más sanas como la del aceite de oliva o la de girasol, que se encuentran en nuestra tierra patria. Ese mecanismo es el que se utiliza en toda la técnica del LowCost y de las economías de escala para imponerse a nuestra cultura agraria en un país árido, en el que se nos tacha de «atrasados», pero al que muchos vienen a visitarnos.

la bollería utiliza mucho el aceite de palma

Ahora la Unión Europea, sabiendo que tras los palmerales se encuentran las compañías petroleras y el omnipresente glifosato desforestador, trata de prohibir el uso industrial del aceite de palma pero admite las presiones de la gran industria alimentaria que desecha cualquier alegato de salud de la OMS, de importantes científicos y de numerosas organizaciones ecologistas que luchan por la pervivencia de los bosques autóctonos de este planeta. Nuestros repesentantes en la Mensa Cívica de España y otras organizaciones europeas, ya han debido cuestionar en dos sendas reuniones con el JRC de la UE, las presiones de la gran agroindustria para utilizar el famoso aceite de palma en el uso de los alimentos industrializados y las cocinas que abastecen la comida pública en el espacio europeo.

Vistas así las cosas, e independientemente del poder político que cada cual tiene, la violación de la voluntad democrática de la ciudadanía tiene en la alimentación el reflejo de como es esta sociedad. El famoso «SOMOS LO QUE COMEMOS» de Billat Savarin y L. Feuerbach con los que nacían las nuevas tendencias de la Europa democrática, son ahora cuestionadas por una élite pseudocientífica que pretende entender la vida de sus ciudadanos en clave de economía cortoplacista, antes que los criterios de salud y medio ambiente que deben regir para una sociedad. El «todo por el beneficio privado a corto plzo» se va viendo como la única forma de entender el uso y abuso de un sistema de producción determinado en el que millones de pequeños productores han sido relevados por fuerzas económicas sin el menor reparo de poner en juego la salud y futuro de los ciudadanos. No nos queda más remedio que denunciar una y otra vez que no se puede entender un sistema alimentario sin que cuente con otro criterio que la globalización del transporte y del Low Cost, para encubrir las enormes ganacias que da el eliminar y desplazar de la producción a una enorme masa de productores que hacen las cosas bien. Haciendo las cosas en función de la diversidad cultural y la Biodiversidad.

Sin embargo, el dumping y la criminalidad se van imponiendo, al igual que sucedió con el famoso caso de las vacas locas, donde el canciller alemán Sr. Schroeder admitió la equivocación de trasladar los criterios de competitividad de la industria, al sector alimentario. La comida no es un negocio y debemos argumentar que debe prevalecer el criterio de los ciudadanos para mantener un derecho de prevención precautoria sobre los llamados avances de la industria agroealimentaria (Bioética). Si esto no sirve deberemos reconocer que el sistema alimentario nos ha convertido en conejillos de indias y que la democracia ha sido sustituida por la iglesia de la cienciología (que no de la ciencia, como criterio de búsqueda de la verdad). En ese contexto, y al igual que sucedió con la soja transgénica y el glifosato, vamos a realizar una campaña de búsqueda de vías civiles para avanzar en la insumisión sobre decisiones ajenas a los parlamentos nacionales y los estados miembros.

(difundimos de nuevo el manifiesto que en el año 2009 publicamos sobre el aceite de plama por SlowFood España)

Manifiesto contra la utilización del aceite de palma

OPONERNOS AL USO ALIMENTARIO DE ACEITE DE PALMA Y PALMISTE ES GANAR EN SALUD Y MEDIO AMBIENTE

Hace pocos días diversas organizaciones medioambientalistas denunciaban ante la opinión pública mundial la creciente deforestación de los trópicos en favor de plantación masiva de palma, con el objetivo de producir aceite de palma y palmiste. Este aceite de doble uso, alimentario y para biocombustibles, está fomentado por Indonesia y algunas compañías petroleras.

El aceite de palma y palmiste, junto al de coco, contiene un elevado porcentaje de grasas trans, y vienen  siendo muy comunes en la bollería industrial española. Diversos Servicios Médicos españoles como el Instituto de Investigación en Atención Primaria (IDIAP Jordi Gol) y cardiólogos especializados han denunciado el consumo de productos de bollería industrial y snacks entre la población infantil y juvenil. Casi el 45% de los niños y niñas de Educación Primaria consumen productos con grasas trans, predisponiendo a la población infantil a procesos irreversibles en su salud. (Obesidad, colesterol, diabetes).

Las grasas trans son grasas que están presentes en multitud de productos de la industria alimentaria, como comidas rápidas, congelados, precocinados (pizzas, rebozados, patatas fritas), palomitas, ganchitos, snacks de chocolate, y bollería (donuts, tartas, magdalenas, croissants, brownies …). La presencia de estas grasas en los alimentos elaborados está regulada en la mayoría de los países de la Unión Europea. En el proyecto de Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición se dice que la industria alimentaria tendrá que minimizar el contenido de las grasas trans y no se permitirá la venta de alimentos y bebidas en el ámbito escolar que no cumplan con una serie de criterios nutricionales. Pero la regulación española pretende permitir de forma más elevada el uso de estas grasas, cuando en California, la ciudad de Nueva York  y en otras partes del mundo, se ha suprimido su uso. Por qué un país como España, que dice defender la dieta mediterránea y que tiene tan buenas producciones de aceites grasos en su agricultura y pesca, debe consumir o aceptar estas grasas tan nocivas para la salud y que deterioran el medio ambiente?

Las importaciones españolas de aceite de palma y palmiste provienen  fundamentalmente de Colombia. En ese país la superficie dedicada a la palma africana creció en una tasa del 24% entre el año 2001 al 2007. Las exportaciones están destinadas a los mercados alimentarios emergentes de China y la India y a su utilización como biocombustibles. Ello está ocasionando una acelerada deforestación similar a la denunciada para Indonesia y predisponiendo a la agricultura colombiana para la acumulación de tierras en pocas manos con una orientación ajena a las necesidades agroalimentarias nacionales y sociales. En muchos casos estos proyectos son  apoyados mediáticamente por el alto nivel de empleo que genera, aunque se silencian las condiciones fuertemente antisociales y opresivas de su producción.

Colombia ha logrado colocarse como el quinto productor mundial de aceite de palma con 326.033 Hectáreas en el año 2007, tras Malasia, Indonesia, Nigeria, y Tailandia y se prevé en el país andino un crecimiento de hasta un millón de hectáreas en el año 2020. La ambivalencia de uso de los aceites de palma y palmaste

(biocombustibles) son la fuente de supeditación de estos países a los designios petroleros, ajenos a la rica biodiversidad que como Colombia y Ecuador, tratan de ser convertidos en fuentes de negocio de unas pocas multinacionales que manejan estas grasas.

Grafico

Más del 50% de la producción colombiana de aceite de palma y palmiste se destina a la exportación, lo que denota la orientación agroexportadora y de supeditación de estos países, que cada vez concentran sus recursos agrarios en menos manos para producir soja y maíz transgénico o aceites de baja calidad como el de palma, que deterioran la calidad de los alimentos producidos por los complejos agroindustriales del mundo desarrollado. Todo ello a cuenta de la creciente deforestación y contribución al deterioro medioambiental y el cambio climático.

Reino Unido, Alemania y España fueron los principales importadores de aceite de palma colombiano en Europa y España se colocó en la cabeza, junto a México en las importaciones de palmiste, cuya grasa es de peor naturaleza, al ser extraída mediante calor de los huesos de palma, para su utilización en la fabricación de margarinas.

Slow food España que ha mantenido en estos años anteriores sendas campañas contra los alimentos transgénicos o en favor de la Estevia, como contraposición a los edulcorantes artificiales fabricados principalmente por compañías químicas como Monsanto , quiere ahora llamar de nuevo la atención sobre el deterioro en la salud y medio ambiente en nuestra alimentación. Apela a la responsabilidad social de los poderes públicos y llama a la ciudadanía y a los productores de los excelentes aceites mediterráneos (oliva, almendra, nuez…) a exigir un posicionamiento público que se oponga a la utilización de grasas trans en nuestra alimentación y la intensiva apropiación de masas forestales para el fomento de los agro negocios de unas pocas personas ajenas a la conciencia social, medioambiental y eco gastronómica de nuestra alimentación.

Jorge Hernández. Convivium leader SlowFood Zaragoza